Que todo el mundo acepte
gilipolleces como verdades apodícticas es un síntoma preocupante en
cualquier sociedad. Que los medios de comunicación las difundan de manera casi
unánime es un problema serio. Pero lo que realmente es catastrófico es que la sociedad las interiorice.
La última gilipollez: Rajoy proclama solemnemente que “HAY
QUE HACER LO QUE HAY QUE HACER”. Como lo hace tan enfáticamente y en lugar tan
exclusivo e inhabitual y después no hay rueda de prensa, nadie le puede hacer la pregunta del siglo. “ Señor
Rajoy, ¿Cuándo no se ha hecho lo que se tenía que hacer? Yo me levanto porque me tengo que levantar,
me lavo porque me tengo que lavar, voy al wáter por que tengo que ir ….. ¿y
Vd.? Y con toda solemnidad Rajoy
contestaría con una perífrasis
para terminar afirmando que “cuando hay que hacer lo que hay que hacer se hace”.
Nadie se lo puede negar.
Si esta expresión la
oyéramos en boca de un padre dirigiéndose severamente a su hijo, que traducida
a lenguaje coloquial diría: “Aquí se hace lo que yo mando, porque yo lo mando”.(
En el caso del presidente tendría que cambiar la frase mínimamente y decir “
Aquí se hace lo que yo mando porque me lo mandan”).
Hoy nadie duda que esta forma de dirigir los asuntos
familiares es una manera desafortunada de comportarse. No hay hijo o hija que,
por muy apocado que sea, reaccione positivamente ante semejante trato, así
que estas maneras paternas resultarían contraproducentes, y si
la cosa va a mayores, el padre podía verse en un problema por trato vejatorio a
su retoño.
¡Eso no sucedía cuando yo era joven, esos eran otros
tiempos! Lo que pasa es que eran tiempos de dictadura, de palo y tente tieso.
Entonces no había que dar explicaciones ni zarandajas, se gobernaba a base de
decreto ley. O sea como ahora.
Creo que a estas alturas todos sabemos que Rajoy es un
mandado y por tanto no hay que identificarle con ningún otro gallego. Aunque
por las formas que mostro en su comparecencia ante la cámara, no parece sentirse incómodo ante
esta situación. Menos los de su vacada que se alegraban y hasta lo verbalizaban : ¡”Que se Jodan”! Nada de presentar las medidas entre lágrimas,
como la ministra de trabajo italiana lo hizo. Lo que hay que hacer hay que hacerlo
con aplausos y regocijo, sobre todo si esto hace un poco más felices a sus jefes: los
banquros alemanes y a su canciller.
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