Esta semana se ha acabado definitivamente el espejismo de
nuestra prosperidad. Me refiero a aquella proclamación solemne de que éramos
uno delos países prósperos de la tierra. Casi no nos dio tiempo a enterarnos de que pertenecíamos
al club de los más ricos y nos vimos enfangados en una crisis que nos dejó
noqueados. No sabíamos de donde venía, ni mucho menos por qué estaba ocurriendo
lo que ocurría. Pero teníamos el fútbol que nos corroboraba que lo ser ser del
club de los mejores tenía su fundamento.
De esto hace ya mucho tiempo, una eternidad.
Hemos ido diseccionando la crisis y ya sabemos de dónde
viene, quien la sostiene, quien nos la está imponiendo, incluso atisbamos con
bastante nitidez que es lo que pretenden al hacernos pasar esta situación
desastrosa y muy injusta con la que nos
están cargando. Buen eso, si somos gente que no está en babea y hacemos un
sencillo ejercicio de reflexión analizando, sin muchas pretensiones, lo que
estamos experimentando. Siento tener que reconocer que tengo
la impresión de que estos que hacemos cierto esfuerzo de análisis somos minoría,
por ahora.
Pero volvamos al tema. Esta semana, voy a decir, que
cualquier esperanza que tuviéramos, como pueblo se pude dar por liquidada. Hemos rebasado con amplitud los
seis millones de parados y hemos sido arrasados
en el fútbol. ¿Cómo un pueblo puede soportar tanta gente en paro y no estar inmerso en una revuelta
social? ¿Cómo se puede soportar que los dos clubes de fútbol emblemáticos de
este país sean barridos y no estar en la
calle, con pancartas reivindicando la droga con la que olvidarnos de la crisis?
Lo que está claro es que los españoles esta semana hemos
experimentado la desesperación con mayor intensidad que nunca hasta ahora. Me
temo que en el futuro nuestra humillación progrese hasta términos más intenso.
Si eso es así, que será, aconsejo a los burócratas de Bruselas que vayan
preparando un rescate para el fútbol semejante al que prepararon a la banca. Que
no nos falte la droga. Yo sé que no se me puede ocurrir pedir que rescaten a
los parados, o sea que dedique a la
reactivación del empleo el mismo dinero que han regalado a los banqueros. Eso
iría en contra de los que mandan en Bruselas, los mercados que han ocupado las
instituciones comunitarias. Yo lo que desearía es que se mantuviera “la paz
social”.
Si no recuerdo mal el método para mantener la paz social de
los emperadores romanos tenía dos soportes: Pan y circo. Esto les mantuvo
siglos en el poder. Desde la experiencia de esta semana, parece que los
mandamases de Bruselas y el imperio alemán han olvidado las lecciones de la
historia y están metiendo la pata peligrosamente. Nos han quitado el pan y el
fútbol. Se están metiendo en un berenjenal que lleva directamente al desastre y
el desastre se llama revolución social. ¿Cuándo estallará? Porque estalla irremisiblemente. ¿Quién será el culpable?
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