La 70ª asamblea de Cáritas Española se ha celebrado este año en el Escorial, los dias 28-30 de junio de 2013. La Declaración final tiene un aire muy diferente que la de otros años. Yo le llamo el efecto Francisco. Esto es lo que tiene la iglesia, es extremadamente disciplinada. A Papa carca, doctrina carca o como es el caso de Cáritas en anteriores asambleas, disimulas tu disgusto con la situación y dices cosas entre líneas, porque si no te censuran. Esta declaración es la que hubieran deseado hacer otros años pero el Sr. Rouco la hubiera prohibido de inmediato.
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Este es el texto completo de la declaración final:
Los
representantes de las 70 Cáritas Diocesanas de la Confederación Cáritas
Española, reunidos en la 70ª Asamblea General celebrada en El Escorial del 28
al 30 de junio de 2013, manifestamos públicamente nuestra profunda preocupación
y rechazo ante las dramáticas situaciones que estamos viviendo en la sociedad española
y que afectan a millones de personas.
Cáritas
está acompañando a diario situaciones desesperadas y desesperanzadoras, cada
una de las cuales tienen detrás vida, rostro y nombre concretos: miles de caras
y miles de vidas de quienes son víctimas de modelo injusto que, bajo el
argumento de la racionalización del gasto y la sostenibilidad económica, es incapaz
de anteponer el bien común al beneficio individual.
Creemos
que la pobreza es evitable siempre, también en tiempos de crisis. Este es el
objetivo de nuestro trabajo en cada uno de los ámbitos territoriales de
Cáritas, donde, en el seno mismo de la Iglesia y de las comunidades cristianas,
trabajamos cada día por la justicia.
Como
recuerda el Papa Francisco, “la deuda social exige la realización de la
justicia social. Juntas, nos interpelan a todos los actores sociales, en
particular al Estado, a la dirigencia política, al capital financiero, los
empresarios, agropecuarios o industriales, sindicatos, las Iglesias y demás
organizaciones sociales”.
Denunciamos,
por ello, la adopción de decisiones políticas, legislativas y económicas que
están generando ya, ahora mismo, el sufrimiento de las personas afectadas, tal
como pone de manifiesto la realidad cotidiana de nuestra acción y los informes
que hemos elaborado y presentado públicamente. Esta falta de horizontes y perspectivas
podría tener unas consecuencias muy negativas para el futuro de la sociedad
española, incluso a corto plazo.
Las
personas empobrecidas no son responsables de una crisis económica que las
castiga con tanta intensidad. No queremos resignarnos a un modelo de vida
caracterizado por la precariedad y un retroceso en el reconocimiento y disfrute
de los derechos humanos. Tampoco aceptamos un proceso de fractura social legitimado
por una desigualdad creciente.
En
el último año hemos asistido a un importante número de reformas legislativas
que, lejos de avanzar en la solución a la crisis, han supuesto una pérdida de
derechos sociales inherentes a la dignidad de la persona.
Algunos
ejemplos de ese retroceso afectan a la vivienda, sosteniéndola como un bien de
inversión antes que como un derecho; a la salud, transformándola en una mera
contraprestación y excluyendo a los migrantes en situación irregular; al acceso
a la justicia, imponiendo tasas judiciales; o al trabajo, con medidas que no estimulan
la contratación y sí, en cambio, perjudican el empleo, como muestran los datos
de la última Encuesta de Población Activa.
Las
reformas legislativas pendientes de aprobación agravan aún más este panorama.
Un ejemplo claro es la anunciada reforma de la Administración local, que, bajo
los criterios de racionalización y sostenibilidad, supondrá alejar de las
personas servicios tan esenciales como la salud, la educación o los servicios
sociales. De producirse, estaríamos asistiendo a una involución social y a la
adopción de modelos de intervención basados en la emergencia y en el
asistencialismo, que ya hemos conocido en otras épocas y que fracasaron.
Otros
ejemplos similares son las reformas relacionadas con el sistema de justicia, en
especial, las que afectan al Código Penal y al Código Procesal Penal, que, de
mantener su redacción actual, daría lugar a situaciones injustas, como, por
ejemplo, la sanción a quienes acojan a personas inmigradas en situación
irregular, y la de la justicia gratuita, que supondría dejar fuera del sistema
de protección a una parte importante de la población.
Junto
a ello, la prioridad económica que se marca en los Presupuestos Generales del
Estado para 2013 añade un motivo más de preocupación, al consagrar la reducción
del gasto para garantizar, supuestamente, el principio de estabilidad, pero sin
que se aborden con igual intensidad la aplicación de unas adecuadas políticas
fiscales redistributivas, la lucha contra la evasión fiscal o la tasa para las
transacciones financieras.
De
igual forma, mostramos nuestra honda preocupación ante el drástico recorte de
la Ayuda Oficinal al Desarrollo (AOD) en España, que pone en peligro el sistema
de cooperación internacional y nos aleja del objetivo de lograr un cambio cualitativo
global y de mejorar la atención a las personas y sus derechos, ya vivan en
nuestro país o en regiones empobrecidas.
Este
conjunto de decisiones tienen un importante impacto en la garantía de los
derechos, las políticas sociales y la lucha contra la pobreza y la exclusión. Y
lo que debería entenderse como una inversión social y el estímulo de una
política de prevención por parte del Estado, garante de derechos, se reduce
drásticamente y pone en riesgo la cohesión social al permitir que el escándalo que
supone la brecha cada día mayor entre las capas más ricas y las más pobres de
nuestra sociedad siga creciendo.
“Nos
acostumbramos a levantarnos cada día –ha dicho Francisco-- como si no pudiera
ser de otra manera, nos acostumbramos a
la violencia como algo infaltable en las noticias, nos acostumbramos al paisaje
natural de la pobreza y de la miseria caminando por las calles de nuestra
ciudad”.
Nosotros,
desde la unidad y la realidad compartida cada día en Cáritas con los últimos y
no atendidos que llaman a nuestras puertas, queremos decir que no nos
acostumbramos a la violencia de la pobreza, de la desigualdad y de la
injusticia. Es más, llamamos a la responsabilidad personal y comunitaria para
asumir un papel cada vez más activo y participativo en los procesos de
transformación social, desde un estilo de vida basado en la austeridad y la
sencillez evangélicas, como inspiración de una sociedad más acogedora, fraterna
y accesible.
Desde
esta convicción, los participantes en esta 70ª Asamblea de Cáritas trasladamos
a todos un mensaje de esperanza y una propuesta renovada de compromiso, de
trabajo y de consenso social para construir un modelo generador de
oportunidades y garante del pleno acceso a los derechos de los más vulnerables,
que sitúe a las personas empobrecidas en el centro de la toma de decisiones y
que asuma como principios éticos de gobierno la dignidad de la persona y la
búsqueda del bien común por encima del beneficio económico y el provecho de unos
pocos.
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