jueves, 7 de mayo de 2015

¡GRACIAS, SEÑORES OBISPOS…!



 He recibido este  artículo de un  amigo, Waldo G. Fernández Ramos, me ha parecido muy interesante y quiero compartirlo con vosotros. Espero  os  guste tanto como a mí.

“Que sí, que los obispos se han soltado el pelo”… Mi incredulidad ante la noticia obligó a mi amigo a utilizar un adjetivo de ésos que no deben escribirse, para asegurarme que la Conferencia Episcopal acababa de publicar un documento buenísimo… ¿Que los obispos han sacado un documento en el que hablan de la crisis, del predominio del mercado, de los recortes…, y todo ello en buen rollo? A ver si ahora va a resultar que a los obispos les preocupan otras cosas, además del aborto, el divorcio, la homosexualidad, la religión en las escuelas, las liturgias trasnochadas y la casilla de Hacienda? Habrá que verlo…

Y me fui rápido a internet a bajarme el documento. Y me encontré con la “Instrucción Pastoral: Iglesia, servidora de los pobres”. Y empecé a leer y a encontrar párrafos como éste: “Desde que estalló la crisis, somos testigos del grave sufrimiento que aflige a muchos en nuestro pueblo motivado por la pobreza y la exclusión social”.

Se preguntan los obispos dónde está la raíz de la crisis: Está –dicen- en “un orden económico establecido exclusivamente sobre el afán de lucro y las ansias desmedidas de dinero, sin consideración a las verdaderas necesidades del hombre… Hoy imperan en nuestra sociedad las leyes inexorables del beneficio y de la competitividad. Como consecuencia, muchas personas se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida…”

“La pobreza –aseguran- no es consecuencia de un fatalismo inexorable; tiene causas responsables. Detrás de ella hay mecanismos económicos, financieros, sociales, políticos... Entre nosotros, las causas de la actual situación (además de los factores internacionales) son la explosión de la burbuja inmobiliaria, un endeudamiento excesivo, que han conducido a efectuar recortes generalizados en los servicios, al asumir el endeudamiento privado, por lo que las pérdidas se han socializado, aunque los beneficios no se compartieron”.

Y siguen: “La realidad ha puesto ante nuestros ojos la lógica económica en su dimensión idolátrica. La ideología que defiende la autonomía absoluta de los mercados y de la actividad financiera instaura una tiranía invisible… Se ha dado prioridad a una determinada forma de economía basada exclusivamente en la lógica del crecimiento… No podemos seguir confiando en que el crecimiento económico, por sí solo, vaya a solucionar los problemas… Detrás de la actual crisis, lo que se esconde es una visión reduccionista del ser humano, que lo considera como simple homo oeconomicus, capaz de producir y consumir”.

Pero –advierte la CEE- “la crisis no ha sido igual para todos. Para algunos apenas han cambiado las cosas… Todos los datos oficiales muestran el aumento de la desigualdad y de la exclusión social… Se han ido acrecentando las desigualdades sociales, debilitando las bases de una sociedad justa…”.
La reflexión episcopal recuerda que la economía “debe estar al servicio de la persona y de su desarrollo integral”. También trae a memoria otro principio básico de la Doctrina Social de la Iglesia: el destino universal de los bienes. “La propiedad privada no es un derecho absoluto e intocable, sino subordinado al destino universal de los bienes… No a la economía de la exclusión, a esta economía que olvida a tantas personas, que no se interesa por los que menos tienen, que los descarta convirtiéndolos en "sobrantes", en "desechos".

Afirman que no podrá enfrentarse con eficacia la pobreza si no se indagan “las causas y los mecanismos que la originan y de alguna manera la consolidan”, y que urge recuperar una economía basada en la ética y en el bien común por encima de los intereses individuales y egoístas… "Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales". Matizan que la crisis no se superará hasta que la mejoría de los indicadores macroeconómicos no llegue a los más necesitados.

Los obispos se atreven a proponer algunas cuestiones concretas para superar la situación: La creación de empleos dignos y estables como política de integración y la cohesión social; la dotación de recursos para mantener el estado social de bienestar; que el mercado cumpla con su responsabilidad social a favor del bien común y no pretenda sólo sacar provecho de esta situación; que las personas nos orientemos hacia actitudes de vida más austeras y modelos de consumo más sostenibles; que la dificultad del actual momento económico no nos impida escuchar el clamor de los pueblos más pobres de la tierra y extender a ellos nuestra solidaridad…

En palabras que les honran, los prelados piden perdón “por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y necesitados... La Iglesia nos llama a un compromiso social que sea transformador de las personas y de las causas de las pobrezas, que denuncie la injusticia, que alivie el dolor y el sufrimiento… Esto nos obliga a cambiar, a salir a las periferias para acompañar a los excluidos, y a desarrollar iniciativas innovadoras que pongan de manifiesto que es posible organizar la actividad económica de acuerdo con modelos alternativos a los egoístas e individualistas… La caridad social nos urge a buscar propuestas alternativas al actual modo de producir, de consumir y de vivir, con el fin de instaurar una economía más humana en un mundo más fraterno”.
El documento dice otras muchas cosas, y no falta en algunas partes el lenguaje manido y espiritualista de otras épocas. También se aprecia cierta obsesión por equilibrar las citas de Juan Pablo II y las del papa Francisco. Pero es de agradecer que los obispos españoles hayan reflexionado en voz alta y con claridad sobre la problemática social de la España actual, y que muestren cierta sintonía con la línea de Francisco. ¿Qué deberían haberlo hecho antes? Sí, pero más vale tarde que nunca.

Una reflexión final, de mi cosecha: Ya es un tópico que los obispos pidan a los creyentes y a la ciudadanía en general que no voten a fuerzas políticas que defienden el aborto. ¿No podrían pedir también que no votemos a quienes defienden y promueven la autonomía absoluta de los mercados y provocan la exclusión? Bueno, sí, hay diferencia: Quienes defienden el aborto no obligan a nadie a abortar. Pero quienes ejecutan las políticas neoliberales condenan a la pobreza y a la desesperación a millones de ciudadanos…


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