viernes, 13 de noviembre de 2015

Mi padre tenía razon "No es un buen cristiano aquel que no hace justicia con las personas que dependen de él":


El domingo pasado fui a misa y al entrar en la iglesia me  encontré con una representación de tres niños remedando la escena del  del evangelio del día : La ofrenda de la viuda.

Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades.  Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor.
 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás.  Éstos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento.»

La historia de la iglesia está plagada de práctica y doctrina anticristian con relación al valor del dinero y la riqueza. Muchos cardenales, obispos y clérigos han vivido y viven como ricos, porque lo son, y tienen mentalidad de ricos, mientras hablan de hacer caridad y presumen de las muchos servicios que hace la iglesia y de la maravillosa labor de cáritas. Pero yo en muchos años de ser voluntario, al pie de calle, solo he visto al obispo en la apertura de curso y en la presentación de la memoria.

Y si el papa Francisco  pide a los católicos que " no hagan donativos a la Iglesia para soportar (encubrir en su conciencia) las injusticias que cometen con sus empleados" pues eso "es utilizar a Dios para encubrir la injusticia". O "No es un buen cristiano aquel que no hace justicia con las personas que dependen de él",  como tampoco es buen cristiano "aquel que no se desprende de las cosas que necesita para dar a otro que tenga necesidad". 

En la  Evangelii Gaudium remarcaba que: Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. 

Y con gran sencillez y firmeza dice: Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”. El Papa se opone "a la mano invisible del mercado" y al liberalismo económico   

Y en esa misa me acordé de la propuesta de IU de fijar  por ley un límite máximo a los salarios y pensé. Este es un caso más del mundo al reves, los católicos no hacemos ni puñetero caso ala clara doctrina del papa Francisco que a mí me parecen una traducción actual del mensaje de Jesús  y los que  son considerados por la mayoría de los  católicos bien pensantes peligrosos izquierdistas, anticristianos y impíos comunistas están traduciendo las palabras de Francisco a la práctica política. Y el católico partido imperante, se ríe de ello.   ¿Cómo  hemos podido los cristianos adulterar tanto el mensaje de Jesús

Y me vienen a la memoria la pelea, que no lucha, que mi padre, sacristán de mi pueblo, junto con otros pocos sacristanes de Segovia, sostuvieron durante años para que les dieran de alta en la seguridad social. Solo un cura de toda la diócesis les apoyó, siempre respetuosamente, lo cual le valío un reprimenda, no amable, del obispo, que por cierto tenía cara de santo, o eso me parecía a mí. Eso de pedir la seguridad social a las parroquias era una barbaridad. Y tener poca fe.

Mi padre y sus compañeros sacristanes, anticomistas convencidos, resulta que estaban poniendo en práctica la doctrina de Francisco y luchando en las mismas trincheras que los que temían por ateos. ¡Que cosas! Y tenía razón, aquel obispo y sus curas era malos cristianos a pasar de su cara beatífica, porque "no es cuestión de predicar, es cuestión de vender trigo".



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